lunes, 26 de octubre de 2009
Soy vecina afectada por el "Patio Maravilloso"
Soy vecina de “El Patio Maravillas” y desde hace dos años vengo padeciendo los daños colaterales que se han producido en mi calidad de vida con la presencia de los okupas.
Mi casa es contigua al Patio, es decir, estamos literalmente pared con pared y eso significa que cada ruido que ellos emiten dentro, reverbera y yo lo recibo en forma de vibración; conciertos, clases de flamenco, samba, coros, etc... Por no hablar de que, en ocasiones, la música o los conciertos están tan altos que los escucho perfectamente y con detalle desde mi casa.
En muchas ocasiones, y casi en pijama, he bajado desesperada para intentar que moderaran el volumen y desalojaran a la gente para lograr algo de descanso, pero lo que me he encontrado son insultos y en general malos modos. Y cuando no era así, sencillamente te callaban la boca diciendo “sí, sí, sí” para luego hacer lo que les daba la gana según te dabas la vuelta y volvías a tu casa. Incluso he tenido que escuchar que todo esto es lo que implica vivir en Malasaña. Pues no señores, eso no es así. Yo llevo 10 años en esta casa y jamás he sentido la necesidad de irme a dormir a otro sitio todos los fines de semana. Una se siente muy impotente, primero porque no quisiera cambiar de barrio, y segundo porque ahora mismo, no es una posibilidad para mí. Este era un barrio maravilloso y desde hace un tiempo está dejando de serlo. Una tiene que pedir permiso para acceder a su portal y encima tiene que aguantar bromitas y comentarios. Por no hablar de los trapicheos que se traen frente al portal. En fin, que no es plan vivir así, os aseguro que esta situación crispa a cualquiera. Agota no tener una persona física a quien dirigirse para remitirle las quejas.
Durante un tiempo, se realizaron algunas reuniones con los okupas, que trajeron algo de calma, pero fue como un espejismo. Rápidamente se saltaron todo a la torera y volvieron a las andadas. Últimamente el panorama en la calle es grotesco, botellón, reyertas, y ruidos hasta altas horas de la madrugada. En fin, lo que pido no es nada descabellado, tan sólo algo de tranquilidad en mi casa que me permita volver a la normalidad.
Mi casa es contigua al Patio, es decir, estamos literalmente pared con pared y eso significa que cada ruido que ellos emiten dentro, reverbera y yo lo recibo en forma de vibración; conciertos, clases de flamenco, samba, coros, etc... Por no hablar de que, en ocasiones, la música o los conciertos están tan altos que los escucho perfectamente y con detalle desde mi casa.
En muchas ocasiones, y casi en pijama, he bajado desesperada para intentar que moderaran el volumen y desalojaran a la gente para lograr algo de descanso, pero lo que me he encontrado son insultos y en general malos modos. Y cuando no era así, sencillamente te callaban la boca diciendo “sí, sí, sí” para luego hacer lo que les daba la gana según te dabas la vuelta y volvías a tu casa. Incluso he tenido que escuchar que todo esto es lo que implica vivir en Malasaña. Pues no señores, eso no es así. Yo llevo 10 años en esta casa y jamás he sentido la necesidad de irme a dormir a otro sitio todos los fines de semana. Una se siente muy impotente, primero porque no quisiera cambiar de barrio, y segundo porque ahora mismo, no es una posibilidad para mí. Este era un barrio maravilloso y desde hace un tiempo está dejando de serlo. Una tiene que pedir permiso para acceder a su portal y encima tiene que aguantar bromitas y comentarios. Por no hablar de los trapicheos que se traen frente al portal. En fin, que no es plan vivir así, os aseguro que esta situación crispa a cualquiera. Agota no tener una persona física a quien dirigirse para remitirle las quejas.
Durante un tiempo, se realizaron algunas reuniones con los okupas, que trajeron algo de calma, pero fue como un espejismo. Rápidamente se saltaron todo a la torera y volvieron a las andadas. Últimamente el panorama en la calle es grotesco, botellón, reyertas, y ruidos hasta altas horas de la madrugada. En fin, lo que pido no es nada descabellado, tan sólo algo de tranquilidad en mi casa que me permita volver a la normalidad.
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