miércoles, 2 de septiembre de 2009

El porterillo del Patio Maravillas

A pesar de los distintos comentarios que existen en internet sobre los ruidos provocados por el Patio Maravillas parece como si el ideario de las personas simpatizantes con este tipo de movimientos se base en alguna idea fundamental que les dificulta comprender que imponer a los demás ideas o formas de vida es posible desde dos vertientes:


La primera y más clásica es la que ellos mismos critican sobre algunas formas de gobierno, multinacionales, machismo, imposición física, amenazas, etc. Por supuesto, desde un punto de vista general es indiscutible que estas formas de imposición existen. No obstante, cabrían discusiones sobre matices o interpretaciones concretas que son parte del debate social en la actualidad y nada tienen que ver con el contenido de esta web.

Sin embargo, existe una segunda forma de imposición que estos colectivos no suelen comprender o les cuesta interpretar como tal. Proviene de la interpretación de su propio argumentario y como lo anteponen a algunos valores y derechos fundamentales como si de un "dogma religioso" se tratase. Las bases de sus ideas necesitan estar protegidas de sus propias contradicciones y, como en cualquier otra forma de imposición, deben limitar su capacidad para ponerse en el lugar de los demás (los vecinos). Una vez cegados será más fácil llamar fascista (hereje) a quienes les critican o ponen en cuestión algunos de sus actos que pensar.

Esta "dictadura" normalmente no se percibe como tal cuando estos movimientos son observados desde el exterior y quienes quieren conocerlos se acercan como visitantes. Al fin y al cabo, una vez que vuelvan a sus casas el único impacto en sus vidas habrá sido el del "buen rollito" durante un rato y lo simpático de algunas de sus actividades.

En base a unas ideas políticas o interpretaciones sobre la vida aplican a los vecinos su propia "dictadura" y nos imponen su ritmo de vida. Hemos publicado ya varios artículos que ilustran como a los vecinos nos han impuesto cambios en nuestras vidas, y la mayoría de los artículos venideros ilustrarán la "dictadura de segunda modalidad" a la que nos someten.

Si "La calle es de todos" como suelen decir, no parece que imponer su forma de uso y disposición de forma unilateral sin consenso con los vecinos sea coherente con las ideas que proclaman.

Llama la atención como, a pesar de afirmar que venían a dinamizar el barrio y colaborar con los vecinos, ninguno de sus actos o incluso problemas de mantenimiento del edificio ha sido nunca tratado con los vecinos. La lista sería interminable pero el bici-parking, la fachada pintada, ruidos hasta las tantas, acumulaciones de personas en la calle que impiden el paso, tenderetes en la calle, cabina telefónica, etc. no son cosas que nos hayan sugerido ni nos han pedido jamás opinión al respecto.

Llamativo es también como nos han impuesto que siempre nos enteremos de que tienen visita. Incluso a las 3:00 AM los silbidos o nombrar a gritos a alguien del interior es el método para llamar a la puerta.




De esta manera, la imposición de su forma de vida se hace patente a diario con la mala suerte de que ni siquiera son conscientes de ello.

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